domingo, 1 de febrero de 2015

— Sobre no aprender, Denise Márquez

Mi primer novio me decía bonita. Quería ser el de mejor promedio de la clase. Teníamos 14 años y nos gustaba morder nuestros labios. Los suyos eran igual de carnosos que los míos. Siempre fue segundo lugar, después de mí. Me odiaba en cada entrega de calificaciones.

Mi segundo novio me decía linda. Usaba lentes oscuros, producto en el cabello, pantalones ajustados y una riñonera Kipling. Hablaba perfecto inglés. Siempre se quiso más que a mí.

Mi tercer novio me decía cariño. Era un sabelotodo. Siempre tenía una respuesta u opinión para cualquier tema, pero una vez le pregunté si me amaba y no supo qué contestar.

Mi cuarto novio me decía amor. Era un mujeriego hasta que me conoció. Me bajó la luna y las estrellas pero yo no le creí. Cuando terminamos, volvió a ser mujeriego. Siempre tendré la duda de si me equivoqué al juzgarlo.

Mi quinto novio me decía muñeca. Era divertido e inteligente. Tenía una casa, un negocio y una sonrisa divina. Pero también dos hijos y una esposa.

Mi sexto novio me decía niña. Era divorciado y mayor que yo. Me presentó su historia, me leía y contaba de las aventuras que tuvo. Un día me regañó y, jugando, le dije que parecía mi papá. Triste, me hizo dejarlo.

Mi séptimo novio me dice hermosa. 
Yo creo que ahora sí éste es el bueno.

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